domingo, 24 de enero de 2010

Medicinas para el VIH envejecen el cerebro

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Washington. EFE. La infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y los tratamientos para controlarla envejecen prematuramente el cerebro, según reveló un estudio publicado por la revista Journal of Infectious Diseases, publicado el viernes anterior.

Los investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad Washington y de la Universidad de California encontraron que el flujo sanguíneo a los cerebros de pacientes con VIH se reduce a niveles que, normalmente, se ven en pacientes no infectados pero que son entre 15 y 20 años mayores.

“El envejecimiento de la comunidad de pacientes con síndrome de inmunodeficiencia adquirida hace que los efectos de esta infección en el cerebro sea motivo de preocupación”, dijo Beau Ances, autor principal del artículo y profesor de neurología en la Universidad Washington, de St. Louis (Misuri).

“Los pacientes sobreviven en su vejez y muchos nos expresan su preocupación por los problemas que tienen con la memoria y otras funciones cognitivas”, añadió.

Otros males. Los epidemiólogos calculan que entre el 14 y el 18 por ciento de los pacientes con sida en Estados Unidos son mayores de 50 años. Este grupo de edad también tiene una de las tasas más altas de infecciones nuevas.

Otros estudios anteriores sobre los efectos a largo plazo de la infección de VIH sobre la salud han encontrado que el virus puede afectar de manera adversa el corazón, el hígado, el sistema endocrino, el esqueleto y los riñones.

Aunque se sabía que el VIH puede conducir a la demencia, vincular los efectos del virus y el envejecimiento del cerebro ha sido complicado, informó Ances.

Al respecto, el científico explicó: “Creemos que el virus entra al cerebro usando células de inmunidad infectadas. Una vez en el cerebro, el VIH no infecta directamente las neuronas, sino que afecta, en cambio, las células de apoyo que pueden liberar factores de inmunidad que dañan las neuronas”.

Fuente: http://www.nacion.com/ln_ee/2010/enero/24/aldea2236826.html

Negacionismo y políticas publicas

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Vivimos tiempos de creencias extraordinarias: la gente cree a pie juntillas en un gigantesco hombre patón del que sólo se tiene la foto de una sombra entre árboles de una montaña, en un monstruo acuático cuya foto fue hecha con un juguete de 30 centímetros, reconocieron los bromistas; el chupacabras sigue dando para documentales en canales antes serios, la Virgen de Guadalupe se sigue apareciendo en tinacos manchados y bajo puentes de carreteras.

Pero también vivimos negaciones extraordinarias: el sida no existe. El sida, señoras y señores, no es sino resultado de la pérfida combinación de alcohol, drogas, orgías, desenfrenos, sexo y sudor que se paga con merecidas lágrimas. El aumento de casos en mujeres casadas, los miles de bebés con sida de nacimiento, antes de que se arrojen a la promiscuidad, y, sobre todo, la súbita detención de las muertes a partir de nuevos antirretrovirales desde 1994, es una perversa manipulación de consorcios médicos, dicen.

Como el fraude que nadie sabe explicar cómo y cuándo se cometió contra el candidato presidencial del PRD, sin tocar ni perjudicar a sus candidatos a senadores y diputados, así de claro es que el sida no existe.

Una prueba irrefutable de la eficacia de un medicamento, lo sabe quien haya pedido un remedio en una farmacia, es que la enfermedad cede. La prueba de la relación causa-efecto entre el retrovirus denominado VIH y el síndrome conocido como sida, con su abatimiento de las defensas corporales, fue la eficacia del primer medicamento: el AZT. Enfermos terminales recuperaron peso y volvieron a sus trabajos (porque, para asombro de los negacionistas, resulta de que trabajan). Al año todos habían recaído. La conclusión no fue “el sida no existe”, sino “el remedio falló” y la explicación nos la ofrecen todos los antibióticos: al descubrir la penicilina, nada se le resistía. Hoy está casi olvidada.

Pero los negacionistas no son simplemente ridículos esperpentos como los que afirman que ningún cohete ha logrado salir de la atmósfera terrestre (y son millares, con pruebas de cómo las potencias nos engañan, pero sin respuesta para el porqué). Los negacionistas del sida han causado, con la suspensión de los tratamientos, unas 330 mil muertes nada más en Sudáfrica.

En Aids and Behavior, Myron Essex y Pride Chigwedere, de la Harvard School of Publica Health AIDS Iniciative, hacen cuentas a los negacionistas. Los llamados “cocteles triples”, combinaciones de tres, en ocasiones más, antirretrovirales, han detenido la tasa de mortalidad y convertido el sida en una enfermedad crónica, como la diabetes. Los datos están disponibles en todos los países, en reportes como la segunda edición de 25 años de sida en México. Logros, desaciertos y retos, a cargo de José Ángel Córdova Villalobos, Samuel Ponce de León y José Luis Valdespino.

Son casi 500 páginas tamaño carta, donde unos 40 autores dan cuenta de la enfermedad y, sobre todo, de su detención: el sida en mujeres, en jóvenes, en recién nacidos. Los medicamentos, disponibles en servicios públicos y hasta en el Seguro Popular, han logrado que la pandemia amaine. Que las tasas de mortalidad se hayan reducido de forma drástica no conmueve a los negacionistas. Como a los creyentes en el fraude del 2006, los mueve su fe. Y ya sabemos que la calidad de la fe se prueba por su resistencia a los datos más abrumadores: no hay terremoto en país de pobreza extrema que cancele la fe en un Dios de infinito amor.

“Los negacionistas refutan que el VIH cause el SIDA, que los fármacos antirretrovirales sean útiles, y, por último, que millones de personas en el mundo entero hayan muerto de sida. Los negacionistas del sida son un creciente movimiento que tiene considerable visibilidad en la Internet. A pesar de sus puntos de vista, se estima que del año 2000 al 2005, al menos 330 mil sudafricanos murieron prematuramente y 35 mil bebés fueron infectados con VIH como resultado de la decisión tomada por el ex presidente Thabo Mbeki de retirar los fármacos antirretrovirales, basándose en opiniones de negacionistas estadunidenses”, señalan los autores en AIDS and Behavior.

Essex y Chigwedere señalan los potentes efectos de los tratamientos anti VIH y cómo se perdieron oportunidades en Sudáfrica por atender un completo sinsentido, “responden los argumentos de los negacionistas del sida con robusta evidencia científica.” Pero, como lo sabemos quienes hemos intentado pedir fundamentos a los que trompetean el fraude del 2006, nada se puede hacer contra una fe bien consolidada.

“Hay necesidad de honestidad y revisión por pares en situaciones que impactan las políticas de salud pública. Cuando el negacionismo del sida entra a la práctica de la salud pública, las consecuencias son trágicas.”

Fuente: http://impreso.milenio.com/node/8708320